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El Carácter Del Líder: Fruto Espiritual 2
B. LA LLAVE PARA UNA VIDA FRUCTÍFERA
1. Ser / Sentimientos
Es importante que veamos que el fruto del Espíritu nos dice lo que Cristo "es". Estas son cualidades de Su "ser".
Cristo no sólo es amoroso, sino también amor. No sólo es alegre, es gozo. No sólo es pacífico, más también paz. Cuando tenemos a Cristo en nuestro interior, tenemos el amor, el gozo y la paz que es Cristo. Por lo tanto, como resultado de lo que tenemos y de lo que somos en Él, también podemos ser amorosos, alegres y pacíficos.
Tomemos el fruto del gozo como un ejemplo.
Tenemos gozo a pesar de si nos gusta o no, pues tenemos a Cristo en nuestro interior. Él dijo que nunca nos dejaría ni nos abandonaría, tampoco lo hará Su gozo. La sensación o la emoción del gozo siguen a nuestra fe en ese hecho. Es la respuesta emocional a la realidad espiritual. El gozo del Señor es nuestra fortaleza, y procede de Él Mismo.
El fruto del gozo puede ser expresado de maneras diferentes. A veces puede ser muy brillante, alto y vivo. La gente puede cantar, gritar y reír:
"Has vuelto mi lamento en danza. Has cambiado mis ropas de tristeza en las de gozo. Mi corazón cantará a Ti y no quedará en silencio. Oh, Señor, mi Dios, te daré gracias por siempre" (Sal 30:11, 12).
En otras ocasiones la alegría del Señor puede llegar a correr como un río fuerte y tranquilo. Puede incluso llevar al fruto de la paz, al igual que un color en el arco iris se mezcla con el siguiente.
2. Las Dificultades Traen El Mejor Fruto
Esto nos lleva a otra verdad acerca del fruto del Espíritu. Crece mejor en el suelo difícil de nuestras vidas diarias.
Nos enfrentamos con muchas cosas cada día que se encuentran opuestas a nuestra vida en Cristo. En lugar de amor, nos encontramos con el odio y la hostilidad. En lugar de gozo, nos encontramos con la tristeza, el pesar y la pena. En lugar de paz, encontramos presión, tensión, discordia y contienda. Estas fuerzas oscuras penetran en la gente, los lugares y eventos de nuestros asuntos terrenales.
A veces desearíamos echar a correr y escapar de todo eso. Usualmente no podemos hacerlo, e incluso si pudiéramos, no nos produciría el alivio que deseamos. Esto resulta muy cierto si parte del problema es resultado de nuestras propias actitudes y acciones. No obstante, Dios tiene una respuesta. La mayoría de nuestros problemas, internos o externos, son causados por fuerzas que se oponen al fruto del Espíritu. Podemos llamar a estas fuerzas el fruto de la "carne", nuestra vieja naturaleza pecaminosa.
Fruto Del Espíritu - Fruto De La Carne
Amor: - Odio, egoísmo, celos, resentimiento
Gozo: - Tristeza, pena, depresión, autocompasión
Paz: - Pesar, miedo, contienda, conflicto, tensión
Paciencia: - Impaciencia, apresuramiento, temperamento irascible
Gentileza: - Crueldad, rudeza, aspereza, desconsideración, dureza
Bondad: - Maldad, iniquidad, inmoralidad, avaricia, codicia
Fidelidad: - Descuido, falta de confianza, deshonestidad, deslealtad
Mansedumbre: - Orgullo, dogmatismo, imposibilidad de ser enseñado, de actitud criticadora (juzgadora)
Dominio propio: - Ingobernabilidad, falta de disciplina, rebeldía, flojo de voluntad.
Jesús siempre produce el fruto de "vida": el fruto del Espíritu. Satanás siempre produce el fruto de "muerte": fruto de la carne. Escogemos de qué árbol comeremos.
En tiempos de dificultad, a menudo somos tentados para reaccionar en armonía con nuestra vieja naturaleza pecaminosa.
Los tiempos de dificultad, pueden ser también tiempos de gran crecimiento en Cristo. Si miramos a la vida y al poder de Su Espíritu en el interior, podemos llegar a ser fuertes en nuestras áreas de debilidad.
La luz siempre vence a la oscuridad. Lo oscuro no puede apagar la luz. Una vela puede quitar la oscuridad de una habitación entera.
Esto mismo es cierto en el ámbito del Espíritu.
Cuando nos sometemos al Espíritu, el amor de Dios se hace mas fuerte en nuestras vidas. Nos convertimos en mejores cristianos y nos parecemos más a Jesús en nuestro carácter. Su gloria descansa sobre nuestras vidas y nos convertimos en una bendición para Dios, para los otros e incluso para nosotros mismos.
a. El "Aguijón" De Pablo. Esta verdad acerca de la edificación del carácter cristiano, es vista en la vida del apóstol Pablo. Le había sido dado un "aguijón en la carne" para mantenerlo humilde. Fuera lo que fuese, le causó mucho dolor y dificultad.
Tres veces pidió al Señor que se lo quitara, pero se lo negó en todas.
¿Por qué permitió Dios que algo tan doloroso fuera parte de la vida y ministerio de Pablo? ¿Por qué no se lo quitó cuando Pablo oró? La respuesta es sencilla. Dios tenía algo mejor en mente, algo sobre lo que el ministerio futuro de Pablo podría descansar con seguridad. Pablo dispone esta verdad ante nosotros con estas palabras:
"Entonces Dios me dijo, ‘Mi gracia será más que suficiente. Mi fuerza se perfeccionará en tu debilidad.' Por lo tanto, me gloriaré alegremente en mi debilidad. Entonces es cuando el poder de Cristo descansa poderosamente sobre mí… Porque cuando soy débil, Él me hace fuerte" (2 Co 12:9, 10).
El principio del crecimiento de los frutos buenos se ve claramente. Crece mejor en un terreno de "condiciones contrarias", la gente y los lugares que son opuestos al fruto del Espíritu.
Fue del suelo de la "debilidad" de Pablo de donde pudo desarrollarse el fruto de la "fuerza" de Dios.
Es del terreno de nuestra tristeza y contrariedad y odio de otros, que el fresco y buen fruto del amor, el gozo y la paz pueden venir.
b. Nuestro Bien / Su Gloria.
Sí, Dios permite que cierto grado de dolor, sufrimiento y dificultad, alcancen nuestras vidas. Pero ha prometido que no se desperdiciará nada. Todo actuará conjuntamente para nuestro bien y Su Gloria.
Ese "bien" y esa "gloria" es el carácter de Cristo. Nuestro ministerio hacia Él, hacia la Iglesia y hacia el mundo, verdaderamente requiere el fruto del Espíritu en nuestras vidas.
La falta de carácter cristiano es la principal razón del fracaso en el ministerio de la Iglesia.
"Podemos regocijarnos, por lo tanto, cuando entramos en problemas y dificultades. Sabemos que son buenas para nosotros – nos ayudan a aprender a ser pacientes. Y la paciencia desarrolla fuerza de carácter en nosotros. De esta manera aprendemos a confiar en Dios más y más.
Finalmente, nuestra esperanza y fe se hace más fuerte y sólida. Entonces podemos alzar nuestras cabezas sin importarnos lo que suceda. Sabemos que todo está bien, y que Dios nos ama tiernamente. Sentimos Su cálido amor en nuestro interior porque Dios ha llenado nuestros corazones con Su Espíritu Santo" (Ro 5:3-5).
Dejemos que el fruto del Espíritu crezca en su rama. Si lo hace así, usted también será fructífero en su ministerio para con el Señor, para con nosotros y para con el mundo.
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